FLOR

CAFÉ NEGRO


Traducido por Rodrigo Sanhueza.
     El último viaje que hice con mi esposa fue maravilloso. Playa, un lugar increíble, gente feliz en todos lados. Reservamos un hotel y pasamos una noche en una de las playas más bonitas del estado. No conseguimos aprovechar el verano juntos, asique no quedamos relativamente bien hospedados en esta oportunidad.

     En el primer día, caminamos un poco por la costa, fuimos a la piscina, jugamos pool, en fin, nos divertimos. Entonces, fuimos a descansar. En esa cama maravillosa que nos otorgó largas horas de sueño profundo y reponedor, del cual hace mucho no teníamos. Estábamos listos, en la mañana siguiente, para aprovechar un día más de sol. Y como todo buen hotel, tenía un excelente desayuno esperándonos con panes, quesos, dulces, yogurts, tortillas, y todo tipo de variedades para un desayuno brasileño. Infelizmente, un ingrediente amargo me esperaba.

     Es escandalosa la diferencia entre mi color de piel, negra y la del resto que me rodeaba. La gente sabe que, mientras más caro el ambiente, más claras son las personas. Yo no estaba en el hotel más caro de la ciudad, pero estaba en un hotel que otorgaba toda comodidad necesaria para no pasar necesidades. La verdad es que la mayor parte del pueblo de mi color no tiene acceso a este tipo de ambiente. Eso quedo confirmado durante el desayuno, donde había una buena cantidad de hospedes reunidos.

     Tomé mi taza de café y me fui a servir un poco de leche. Infelizmente, el café había acabado mientras que el tipo delante de mí se servía. El ni siquiera llego a llenar la mitad de su taza, pero dio media vuelta hacia mí y dijo:

Discúlpame, se ha acabado. ¿Quieres el mío?
No, gracias. Voy a esperar a que sirvan más - Y espere.

     Mientras esperaba, percibí que, allí en el medio de toda esa comida, había dos personas negras. No, ni los mismos funcionarios del hotel eran negros, lo que era poco común, pero no dudo que fuese de preferencia de los empleadores para garantizar una “buena imagen” para el establecimiento. Los negros eran yo y la pequeña, con cerca de seis o siete años, con el cabello bien peinado y una florcita colocada a un costado. Los padres, uno de ellos, el sujeto que se terminó el café, eran una pareja de dos tipos muy lindos – blancos- que la consentían como podían, hablando suave, contando historias, riendo y con cariños.

     Aquellos que me conocen saben lo que me hipnotizo esa escena. Le dije a mi esposa “mira amor, esa familia linda”. Estaba encantado por aquel momento. Hasta que una señora, obviamente blanca, se aproxima a la mesa de ellos y dice:

– ¡Que linda eres! ¡Tú eres muy linda! ¡Felicidades!
– Gracias – respondió la niña con una sonrisa extremadamente tímida y asustada en el rostro.

     Fue, es verdad una actitud bien intencionada. Sin embargo, viene con una carga pesada para alguien de color, independiente de sus siete años. La gente tiene la necesidad de recordarnos siempre, que podemos, que somos, y que debemos. Necesitamos que el Estado refuerce esto con políticas activas e inclusivas. Y “necesitamos” que el blanco afirme nuestra grandeza. Es preciso que se nos mire y vean nuestra piel negra, que vengan y nos digan “¡qué lindo que eres tú!”. Todo eso para compensar todo lo que nos falta y que no sabemos el motivo. Nacemos destinados a tener menos y cuando alcanzamos algo, requerimos de aplausos. Recibimos el espanto.

     Es como si dijeran “Vaya, mira que impresionante, un negro aquí entre nosotros. Hagamos una fiesta para celebrar este día poco común.” O “¡Mira esa niñita con esa belleza tan exótica!”.

     Al final de los elogios de aquella simpática señora, la niña se perturbo, asustada. Comía su desayuno y reacciono a los estímulos de sus padres apenas. Y es eso. De ahí en adelante, casi no sonrió. Mira, yo sé cómo es complicado entender el problema cuando usted no es parte del grupo excluido. Parece exageración. Pero, ¿ya te sentiste como se fueras una atracción de circo? Todos mirando y extrañados con tu apariencia en ese lugar que no fue proyectado para personas como tú.

     Yo sé que la niña rubia de ojos azules también recibe de vez en cuando elogios por su belleza. La diferencia es que ella siempre percibirá ese lugar como suyo y el elogio será tan solo un elogio. Ella no va a sentirse tan diferente de quien le está hablando.

     Bueno. Excelente que aquella niña podía estar ahí. Que pudo ser acogida por sus padres blancos y traída a un mundo que debe ser un poco mejor que el primer lugar donde pudo haber pasado su primera infancia. Además de esto, la vi sonreír más de una vez.

     Me iba a servir mi segundo plato, soy una persona muy grande y necesito comer bastante, cuando decidí agarrar un pan, rellenarlo con salchicha. Nuevamente quien estaba al frente mío había agarrado el ultimo. Ahora era ella.

     Tu sacaste la última, ¿no?  – ella me miro con su ternura, yo me reí y ella largo una sonrisa linda de vuelta, mirándome por unos segundos. Simple así. Los dos únicos negros de aquel comedor disputando la última salchicha para un hot dog matutino.

     Si debía decir algo más, no lo sé. Pero creo haber acertado con mi interacción.

Haz click aquí para ver el original en portugués.

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